A mediados de la década de los 70s, la Secretaría de
Agricultura y Recursos Hidráulicos, inició una gran obra de infraestructura
hidráulica en la planicie costera del Golfo de México, con la realización de
varias presas para riego y –Chicayán, San Lorenzo; Pujal- Coy primera fase;
Pujal-Coy segunda fase– y una extensa zona de riego cuya superficie que cubre
parte del sur de Tamaulipas, norte de Veracruz y noreste de San Luis Potosí.
Debido a tantas denuncias sobre destrucción de restos
arqueológicos, el INAH, intervino, con trabajos de rescate de corta duración:
en 1956, Alejandro Martínez y un grupo de estudiantes de la ENAH trabajaron en
parte del área que cubriría el sistema de riego de Pujal-Coy primera fase; en
1977 Román Piña Chan y Rubén Cabrera, trabajaron en el área de embalse de la
Presa Chicayán. Pero fue hasta 1978, cuando se implemento un amplio programa de
investigación arqueológica para tratar de lograr la mayor documentación
arqueológica y desviar o suspender obras en lugares donde las evidencias
arqueológicas así lo ameriten.
Surge de esta manera el Proyecto Arqueológico
Huasteca, el cual inicia sus labores de campo en mayo de 1978 y las que
concluyen –en campo– en diciembre de 1981. Su área de acción fue de 9,500
kilómetros cuadrados.
Tras analizar los montículos culturales y demás
documentación recuperada por el P.A.H., se decidió realizar otros programas de
investigación cuya finalidad básica fue la de definir y afinar el desarrollo
humano en las primeras etapas de ocupación prehispánica en la región, se inició
así, en 1984 el Proyecto Definición del Formativo en la Cuenca Baja del Pánuco.
En este se realizaron cinco
temporadas de campo –de1984 a 1989– y los resultados continúan saliendo a la
luz pública. Este programa de investigación fue propuesto y dirigido por
Beatriz Leonor Merino Carrión –q.e.p.d. – y yo –GarcíaCook– fungí como su
codirector.
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